martes, 29 de septiembre de 2009

PALABRAS Y SIGNIFICADOS DE LOS ELEMENTOS SIMPLES A LA ORGANIZACION COMPLEJA

La psicolingüística o psicología del lenguaje es una disciplina híbrida dentro de la psicología y la lingüística interesada en el estudio de los factores psicológicos y neurológicos que capacitan a los humanos para la adquisición, uso y comprensión del lenguaje.

La psicolingüística analiza cualquier proceso que tenga que ver con la comunicación humana, mediante el uso del lenguaje (sea este oral, escrito, etc.).

A grandes rasgos, los procesos psicolingüísticos más estudiados pueden dividirse en dos categorías, son los llamados: de codificación (producción del lenguaje) y decodificación (o comprensión del lenguaje). Comenzando por los primeros, aquí se analizarían los procesos que hacen posible que seamos capaces de formar oraciones gramaticalmente correctas partiendo del vocabulario y de las estructuras gramaticales. Estos procesos se denominan codificación. La psicolingüística también estudia los factores que afectan a la decodificación, o con otras palabras, las estructuras psicológicas que nos capacitan para entender expresiones, palabras, oraciones, textos, etc. La comunicación humana puede considerarse una continua percepción-comprensión-producción.

El acceso al significado varía según si la unidad de información considerada es una palabra, una oración o un discurso.

En cuanto a la representación mental del lenguaje, se intenta a dar respuesta a incógnitas tales como si el conocimiento del lenguaje es producto de las capacidades generales de aprendizaje (con lo que se asumiría que se aprende del mismo modo que se aprende a montar en bicicleta), o si por otro lado, el lenguaje es un proceso específico, producto de una facultad u órgano mental.

El fenómeno de la comprensión del lenguaje trataría de definir qué ocurre cuando escuchamos una expresión lingüística o leemos una frase y la comprendemos. A pesar de su aparente facilidad, la comprensión del lenguaje entraña un proceso complejo.

Para explicar estos complejos fenómenos, diversos autores han propuesto diferentes modelos de procesamiento de comprensión del lenguaje pero a pesar de los numerosos experimentos realizados, es sumamente difícil verificar el total y perfecto funcionamiento de uno de esos modelos y adaptarlo al proceso que los humanos realizamos en la comprensión del lenguaje. Aun así, algunos de ellos podrían explicar de forma razonable diferentes aspectos relacionados con la comprensión
El lenguaje humano como sistema regulador de las relaciones sociales, puede decirse que su uso se restringe a dos grandes macrofunciones. Cualquier actividad de carácter verbal esta inevitablemente dirigida hacia una de ellas. Se trata de las llamadas funciones descriptiva e interactiva (Brown y Yule, 1993). La función descriptiva tiene que ver usualmente con la utilización del código lingüístico por parte del sujeto para trasmitir o recibir información factual o proposicional: se relaciona básicamente con la praxis verbal que intenta transmitir contenidos. A su vez, la función interactiva es habitualmente puesta en práctica con la finalidad de iniciar, reforzar, mantener o propiciar las debidas relaciones sociales entre el emisor y el receptor.

De acuerdo con M. Halliday (1982:108), “un texto es una unidad operacional lingüística, del mismo modo que una frase es una unidad sintáctica”. Se trata entonces de una categoría semántica (vinculada al significado) y no gramatical: una categoría lingüística que un hablante (o escritor) utiliza como intermediaria para logra un objetivo comunicacional especifico. Independientemente de su extensión, el texto o discurso es la unidad lingüística-comunicativa mínima. Tiene siempre carácter social y son textos tanto las expresiones orales como las escritas. El hablante crea los textos (oralmente o por escrito) sobre la base de una serie de reglas gramaticales propias del sistema lingüístico que utiliza, pero también sobre la base de un conjunto de reglas sociales y psicolingüísticas. Aquí entra en juego también la noción de contexto, que para efectos de la comunicación abarca varios aspectos. Se hace preciso diferenciar los conceptos de contexto situacional, contexto social y contexto psicológico.
El contexto situacional incluye todos aquellos aspectos exteriores al texto mismo que de cualquier modo incidan en los mecanismos propios de su producción y comprensión, es decir, que contribuyan a hacer posible que un acto de habla cumpla con el cometido propuesto por el emisor. El significado de todo texto depende principalmente no solo de los contenidos (la información) y de la intención del emisor, sino también del contexto situacional que ha sido utilizado. De tal modo que el texto es un integrante del contexto en el cual aparece como mensaje.

Por otro lado, el contexto social tiene que ver con la relación que pueda existir entre los participantes del evento comunicativo. Se refiere al hecho de que los enunciados verbales se adecuen a las acciones implícitas en los mismos: un ruego, una orden, una exigencia, implican, por ejemplo, la necesidad de unas relaciones sociales especificas entre hablante e interlocutor. Esas relaciones están vinculadas a ciertos niveles globales de jerarquía y subordinación. Dos hablantes que participan como pares dentro de una escala sociolingüística (dos soldados del mismo rango, dos alumnos, dos hermanos, dos empleados) rara vez establecen relaciones verbales relacionadas con exigencia o mandatos imperativos a menso que hay un acuerdo previo que favorezca ese tipo de interacción estos aspectos se relacionan entonces con el contexto social de la comunicación.

El llamado contexto psicológico, por su parte, se refiere a la serie de suposiciones que el emisor intuye acerca del receptor: que supongo o intuyo que conoce mi interlocutor sobre el tema que voy a tratar (Sánchez, 1989). Es el que controla la relevancia de lo expresado y el que nos permite generar los niveles de credibilidad que se derivaran en la mente del receptor de un determinado texto que hayamos emitido. Por ejemplo, ciertas situaciones pedagógicas relacionadas con la utilización por parte del docente o emisor de determinadas conceptualizaciones gramaticales, reflejan claramente la no consideración de los efectos de contexto psicológico. Sin percatarse de que por diversos motivos, el alumno desconoce los conceptos propios de la gramática o la lingüística, algunos manuales de Educación básica exigen al estudiante la determinación del número de “fonemas” o de “morfemas” dentro de una palabra u oración. Es obvio que tal exigencia se basa en la creencia (no siempre cierta) de que el receptor conoce cabalmente los conceptos utilizados y será capaz de ejecutar la actividad mencionada. Con el agravante de que si no lo hiciere, correría con las consecuencias implícitas en toda evaluación: una falla en la adecuación del contexto psicológico por parte del emisor (el docente, el autor del libro de texto) genera entonces un resultado negativo para quien menos tiene que ver con el origen del texto: el estudiante.

La relación emisor-texto-receptor varía sustancialmente entre los discursos orales y los discursos escritos. Cuando se trata de texto escrito, esa relación se sustenta habitualmente en una atmosfera que no es la misma de la oralidad. La ausencia física del emisor convierte la situación de lectura de tal manera que el receptor debe valerse (como el efecto lo hace) de una serie de estrategias psicolingüísticas poco comunes en el acto comunicativo oral. Cuando se enfrenta a la escritura de otro, el lector ingresa en un contexto de autonomía que le permite abordar y manipular el texto a su antojo. Puede omitir la totalidad o parte del mismo si así lo desea; puede dejarlo y regresar a él cuando lo estime conveniente; puede releer pasajes, párrafos u oraciones cada vez que lo precise. Y es obvio que tales estrategias no son operacionalmente aplicables a los textos orales, ni siquiera en el caso de aquellos reproducidos magnetofónicamente.

No hay comentarios:

Publicar un comentario